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La Ciudad Capitalista: Creadora de Arte Sin Aura

junio 27, 2007

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Para Benjamin la experiencia final del arte sería la explosión, lo cual se relacionaría con romper con el encierro y de tomar al arte como un proyectil para establecer una práctica artística y una crítica “apocalíptica” dentro de la cultura del consumo. Esta cultura del consumo, creada por nuestra sociedad capitalista, es creadora de un arte hecho para la comercialización, sin ningún propósito social ni cultural (el ‘arte’ en las estaciones de metro es muy lindo).

Tomemos un ejemplo juvenil y creado primordialmente de entre los escombros de la ciudad. La música punk que surgió en los años setenta puede ser analizada como una forma de explosión. La música punk para algunos fue la expresión directa de jóvenes desempleados protestando contra un tipo de ciudad y sociedad que los convirtió en excluidos, mientras que para otros fue una audaz movida capitalista para sobreponerse a la caída de la venta de discos en la industria musical. Esta idea caracteriza el ideal de la música rock, ya que es dicotómica por naturaleza. Para muchos, la música rock, y en este caso el punk fue una forma de protesta en contra del sistema en que vivían esos jóvenes, y así una forma de crítica y explosión hacia un sistema falaz. Sin embargo, esta música subsistió por la existencia de un mercado abierto a todo tipo de producto que pudiera traer beneficio económico.

 Lo relevante de este ejemplo es su carácter explosivo, el cual surge desde una localidad interna del mercado y del sistema para tratar de romper con ciertos paradigmas sociales, musicales y artísticos. Así como el punk, el arte de vanguardia, ya sea en la pintura, música o literatura, siempre ha tratado de lograr esto, muchas veces sin mucho auge popular, pero sin embargo, existente. Por esto, es necesario buscar ese arte aurático, que quizá no este a simple vista, cubierta por una ciudad preocupada de funcionar y seguir reglas, pero que debe estar en algún lugar.

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Tomás Mosqueira.

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¿Cómo deconstruir una ciudad?

junio 27, 2007

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Tal como Borges deconstruye el concepto de literatura a través de convertirse en un autor de la irrealidad y con el uso de juegos de escritura no usados anteriormente, surge la pregunta de cómo podemos aplicar este concepto en un marco más general, y en este caso, a nuestro concepto de ciudad y urbe. Cada ciudad tiene muchos contrastes, por lo que se podría decir que una ciudad automáticamente se deconstruye a sí misma; con mansiones en las montañas y medias aguas al borde del río, creando una oposición brutal y obvia para cualquier persona con dos ojos. Quizá una ciudad nunca se pueda deconstruir, debido a que su esencia es la construcción sobre algo que ya estaba construido, por lo que el ‘progreso’ y el cambio es lo único inherente a ella. Quizá la única forma de desconstruir una ciudad sea literalmente destruyéndola. Así, se rompería con cualquier principio básico organizador que creemos como verdadero, lo que nos llevaría a comentar que cualquier acto terrorista es en sí deconstructivo, ya que sería, de forma literal, la oposición de dos fuerzas completamente opuestas.

Dentro de la búsqueda de esta deconstrucción surge la pregunta de por qué es necesaria. Claramente, no lo sabremos hasta que suceda, pero quizá sea necesaria por el simple hecho de renovarse, de cuestionar lo establecido y de hacer surgir vida de entre los escombros. ¿Qué haríamos si la ciudad en que vivimos fuera literalmente destruida?

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No habría más que hacer que reconstruirla. Quizá la haríamos de la misma manera y seguiríamos los mismos pasos, o quizá sería completamente distinta. Claro está que no lo sabremos hasta que sea desconstruida.

 Tomás Mosqueira.

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Amor cortés desde lo urbano

junio 26, 2007

-¿Aló?.., ¿Aló?.., ¿Eli?.

-Baja el volumen de tu radio por favor que se acoplan los teléfonos

-Ya, ahí si

-¿Si? ¿Cómo te llamas?

-Daniela.

-Daniela, cuéntanos: ¿Por qué nos estás llamando?

-Mira, lo que pasa Eli es que yo tengo una pareja ¿ya?, si hace doce años ¿ya?. El es súper buena persona. Regaloneamos harto con el gordo, lo pasamos bien, nos gustan las fiestas, salir, hacemos paseos. No, si está todo bien.

– Daniela , entones ¿por qué nos llamas?, ¿qué problema tienes Daniela?

– Pa’ ser sincera está todo bien pero cuando llega el minuto, pasa más rápido que una bala

– Oye ¿y a ti?, ¿qué te pasa?, ¿qué sientes?, porque él no está cumpliendo con lo mínimo

-Claro, con decirte que no es capaz ni siquiera de darme un beso antes de, él llega y se tira no más

_ Pero ¿Cómo puede ser eso? HOMBRES ¿Qué les está pasando? ¿A dónde está el romanticismo? ¡Por favor!.

– Yo he pensado que quizás el problema es mío, porque estoy entrando a la menopausia y dicen que la libido disminuye

– Mi amor, ESCÚCHAME, pero escúchame claro, el problema no es tuyo. Es tu pareja. Él es el problema. Mujeres, escuchen bien, la relación sexual es para que los dos lo pasen bien

– Ya Daniela, vamos a preguntarle al doctor que puedes hacer por tu pareja

Quédate, escuchando. Chao, chao, besitos linda y suerte

 

 

Una de las características que más me llaman la atención de nuestra sociedad, es la pérdida del límite entre lo público y lo privado, el tema ya ha sido tratado por bastantes autores, pero no deja de sorprenderme como los medios de comunicación me dejan ver espacios prohibidos para un tercero. Las imágenes e ideales del amor están presentes en éstos y son interesantes de estudiar.

 

Como se señala en el artículo, el amor cortés sigue vigente en la medida que la relación entre los sexos se concibe como simétrica, recíproca o contractual. Así pues, cuando Daniela se queja de su problema de insatisfacción se le hace saber todos sus derechos. La igualdad de hombres y mujeres llega a estas esferas.

El amor corté sigue vigente, la gran diferencia está en que el hombre también se transforma en la «Dama», se le quiere por un ideal, por todo lo que representa., pero también se le quiere como objeto del juego narcisista.

El espacio urbano ha construido este juego de total igualdad entre los sexos, lo vemos en la publicidad, en las discoteques, en las formas de vestirse, de bailar y de conversar. El espacio urbano no esconde al Narciso que llevamos dentro, lo desafía a salir, lo llama a hacerse presente. ¿No es así Daniela?

 

F.

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EL PODER DEL IMPERIO

junio 26, 2007

 Si en el siglo XIX estaban claras la dialéctica entre lo interno y lo externo, que señalaba Marx, a través de las  relaciones de dependencia y de explotación; en la  actualidad como señalan los autores del artículo se  hace cada vez más difícil poder distinguir al ente subordinador.

 

Si apreciemos el desarrollo del espacio urbano a través del siglo, podemos descubrir que la estructuración del espacio ha ido cambiando. Atrás han quedado los barrios y casas con espacios destinados al esparcimiento y el ocio, surgen  malls por doquier, la ciudad se extiende verticalmente, viejas casas con grandes extensiones verdes son demolidas para darle mayor “rentabilidad” al espacio. La ciudad nos llama a consumir: su extensión hace imposible atravesarla sin desembolsar algo (salvo algunos BIP disconforme ); las ofertas de último minuto aparecen cada día, la cuota más baja del mercado no se puede dejar pasar.

 

El ente urbano en su conjunto actúa de explotador capitalista. El Imperio habita en cada rincón de nuestra polis. ¿Cómo lo enfrentamos?

 

A diferencia de los autores, creo que la única solución posible para enfrentar al Imperio globalizado es la cruzada personal. Ya han fracasado las organizaciones internacionales, las nacionales, regionales, comunales y vecinales. El  Imperio se enfrenta desde dentro del ser, desde el interior del hombre, porque el Imperio ya no es la puesta en práctica de un grupo capitalista , el Imperio es el resultado de las decisiones personales que tomamos cada día . La alienación del hombre es el resultado de sus propias preferencias y de sus elecciones cotidianas.

 

Pero ¿cómo nos enfrentamos personalmente al Imperio, si todo nos llama a someternos a él? Ya no estamos en la época precapitalista, cuando era totalmente posible sustraerse al consumo  y asegurarse una existencia a través del propio trabajo. Necesitamos consumir para subsistir, por tanto necesitamos trabajar para el Imperio. Además, se nos presenta otra problemática: El Imperio nos entrega posibilidades de superar ciertos problemas en forma fácil y expedita. Esto se hace palpable en el tema de la salud: ¿hiperactividad? Solución ritalín; ¿resfrío? Antibiótico; ¿le falta dormir? Entonces tome batery, ¿estamos disconformes con nuestra imagen física? Entonces la transformamos.

 

 

Se nos hace difícil negarnos a nosotros mismos y a otros las aparentes bondades del Imperio. Por eso ratifico que la cruzada es personal, las decisiones las tomamos cada día, principalmente en dos ámbitos. Si queremos comenzar a superar al Imperio  deberíamos partir haciéndonos dos preguntas personales:

 

¿CÓMO VIVIMOS NUESTROS MOMENTOS DE OCIO?

 

¿CÓMO SATISFACEMOS NUESTRAS NECESIDADES?

 

F.

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por algún lugar

junio 25, 2007

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De mi casa a San Joaquín es una hora y cuarto, en San Joaquín queda el lugar donde estudio, pero llego a la universidad y no tengo ninguna vinculación con la comuna, ni con los vecinos, ni tengo una idea del carácter de esta comuna.  Creo que esto le ocurre a un porcentaje alto de los que estudian en este campus. Podemos percibir una desaparición de la interacción social en las calles, estas se han transformado en vías de acceso, siempre buscando ser mas expeditas.

Los lugares, lugar como un hecho físico, material, como un espacio que da soporte para experiencias, lugar como espacio para los sentidos han casi desaparecido. Vivimos una transformación de los espacios donde se busca borrar las micro actividades que en el se desarrollan, donde se busca eliminar el murmullo de nuestra ciudad. Para Marc Auge, etnólogo francés, el no-lugar se caracteriza por ser un espacio que busca borrar las marcas de identidad en las personas que se encuentran en él. Son espacios que no nos hablan, que no tienen relación con nosotros. La ciudad contemporánea se caracteriza por el no-lugar, en ella encontramos las carreteras urbanas, los centros comerciales, los aeropuertos. Todos estos se relacionan con el transito, con la desvinculación, con el desarraigo, son espacios donde no reconocemos nuestra identidad. Cabe preguntarnos que es lo que se busca al crear espacios que no responden a nuestras verdaderas necesidades, espacios que no son apropiados a nuestra realidad, que no guardan relación con nuestra historia, o con el emplazamiento de nuestra ciudad, ¿que nos llevo a olvidarnos de la imponente cordillera que rodea nuestra ciudad?. Parece que se nos ha olvidado que crear una ciudad mejor, conduce a una sociedad mejor. Hay una falta de sinceridad con nosotros mismos al no crear lugares que tengan relación con nosotros, al tomar espacios que podrían estar en cualquier lugar del mundo. Ej. El Parque Arauco, cuando estoy en el, tengo la sensación de poder estar en cualquier lugar del mundo, podríamos estar en Arica, San José o ciudad de México, nada, nada en este centro comercial nos vincula con nuestra ciudad.    

 En busca de un Lugar en nuestra ciudad aparece el museo de arte precolombino (ubicado en Bandera con Compañía), esta casa colonial fue reconstruida a principios de los 80 de tal manera que mantuviera un dialogo con los habitantes de nuestra ciudad. Este dialogo es el que le da carácter de Lugar al edificio, el corredor que se toma la vereda y la envuelve, acogiendo a transeúntes, cambiando así el carácter anónimo de los que transitan por el. Esto ocurre por que hay una identificación de lo transeúntes con el edificio, hay una relación histórica del edificio con nuestra ciudad, en el podemos reconocer lo nuestro, lo propio. El edificio que alberga el museo del precolombino ha sido testigo de los cambios sufridos por Santiago y ha respondido a estos. Hasta el año de su reconstrucción el edificio permaneció cerrado, como lugar de permanencia, por que la ciudad así lo requería, al abrir sus portales y funcionar como corredor, el edificio responde al carácter transitorio que ahora posee la ciudad.

Angela

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El lenguaje en los medios masivos de comunicación como experiencia monológica

junio 25, 2007

Reafirmando lo expuesto por Bajtín, Elsa Drucaroff en “Mijaíl Bajtín: La guerra de las culturas”, señala que el enunciado se construye para ser respondido, teniendo en cuenta las posibles respuestas que pueden encontrarse en el oyente (aceptaciones, comprensiones, rechazos, etcétera.). De este modo, el dialogismo se concibe como la posible réplica del otro, la cual condiciona mi discurso. Agrega que incluso la propia conciencia es dialógica, ya que implica una asimilación activa de palabras ajenas, discursos, valoraciones e ideologías. Finalmente, este material semiótico externo entra en diálogo entre sí al ser internalizado.

A pesar de las aseveraciones hechas por Bajtín y la de muchos autores posteriores como Drucaroff, el dialogismo, que a simple vista aparece como esencial al lenguaje social, puede ser quebrantado. Un enunciado podría, eventualmente, presentarse como único y monólogico, sin admitir réplicas. Como señala Drucaroff: “Su objetivo es enmudecer a las otras voces y se postula capaz de no enredarse con ningún hilo semiótico” (1996, p. 114).

Al respecto, Bajtín distingue un tipo de palabra ajena, a la que denominó “autoritaria”: aquella palabra legitimada por diversas instituciones y que exige ser reconocida y asimilada por nosotros. Ésta se nos impone independientemente de su grado de persuasión interior, ya que la encontramos unida a lo que constituye la autoridad, por lo tanto, se da en esferas altas y no en el espacio del contacto familiar.

Esta concepción, enmarcándonos en el ámbito de los medios de comunicación masivos, alude directamente al poder que detentan determinados grupos o élites en relación al acceso preferente a los géneros discursivos socialmente influyentes. Es decir, este específico control discursivo hace que las distancia y las diferencias entre el emisor y el receptor sean abismales, por lo que ante esta particular palabra autoritaria, solamente nos queda aceptarla o rechazarla. Esta actitud inmensamente pasiva del receptor, me parece que atenta violentamente a la supuesta esencia dialógica del lenguaje. Ante este escenario cabe la siguiente pregunta: ¿Es entonces el dialogismo esencial e inherente al lenguaje social? Personalmente, no lo creo. La palabra autoritaria engendrada en instituciones influyentes, tal como la omnipotencia que actualmente ostentan los medios de comunicación masivos, aparece como intocable, inmodificable y muy distante de las voces ajenas.

Esta inaccesibilidad y linealidad del discurso mediático masivo presenta ciertas ilusorias características dialógicas. En primer lugar, podemos presenciar los intentos realizados por la labor del Análisis Crítico del Discurso, que intenta dar un contrapeso al poder de quienes controlan los géneros del discurso socialmente importantes. El sólo hecho de que exista este planteamiento, evidencia una innegable situación de desigualdad en el supuesto diálogo que se da en los discursos emitidos por estos medios masivos.

El segundo punto que me hace constatar la naturaleza monológica del discurso comprobado en los medios de comunicación masivos, se relaciona con la enorme influencia que ejerce el discurso (en dichos medios) sobre las ideologías cotidianas. De este modo, las energías creativas pierden su potencia reestructuradora de los sistemas ideológicos, y en vez de penetrar las organizaciones controladoras de los discursos, son penetradas por éstas. En consecuencia, dichas agrupaciones son finalmente las que determinan, modifican o mantienen gran parte de las ideologías, por lo que siguen acumulando aún más poder.

Adicionalmente, se verifican mecanismos ficticios para incluir a los sometidos. Ejemplos de éstos encontramos muchos: cartas al director, llamados telefónicos al aire en televisión y radio, participación en concursos de diversa índole, etcétera. De esta manera, se da al “débil” una artificiosa capacidad de réplica en asuntos de menor relevancia, de modo que puede llegar a sentirse inmerso en un diálogo que, en realidad, no existe.

Por lo recién señalado, no puedo sino afirmar la naturaleza principalmente monólogica del discurso en los medios masivos de comunicación, debido a que la desigualdad existente entre poderosos y sometidos no permite una real posibilidad de diálogo. Los discursos en este marco particular, a mi parecer, no se orientan hacia un interlocutor específico ni se determina por aquél a quien se destina, por lo que finalmente, la palabra termina por unilateralizarse.

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«WC: writing comments»

junio 25, 2007

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Paseando por la universidad durante estos últimos días de clases, me encontré al interior del baño leyendo unos escritos en una de las murallas. Me quedé mucho rato gozando de los comentarios y aún sigo teorizando en lo que significa el acto mismo de escribir en un baño público….aprovecho ahora de compartir algunas ideas…  La escritura en los baños públicos es un proceso imposible de recuperar. No conocemos el autor ni sus motivaciones, tampoco el transcurso en que fue ejecutado, ni siquiera su finalidad; sólo podemos acceder a su huella. Es por esto que podemos decir que esta escritura nace “entre un abrir y cerrar de puertas.”  Lo que convoca es la “respuesta” del sujeto a un arrebato natural, que lo obliga a encontrarse solitario en un espacio público y cerrar, ante la necesidad de intimidad, aquel paso delimitante entre lo social y lo personal. Es así  como el sujeto toma conciencia de que el lugar le será propio en cuanto dure su “respuesta”, por lo cual aparece la apremiante amenaza de que será ajeno en cuanto se termine. Aquello que fue tan cercano a uno se entregará con igual soltura a los próximos que vendrán, y no habrá estampa alguna que recuerde aquella experiencia. Ni siquiera será capaz el propio calor de entibiar lo suficiente la frialdad de la cerámica como para que el próximo tenga noción de que se estuvo allí. Es frente a esta infidelidad que el hombre se ve ante la necesidad de dejar rastro, de perpetuar de alguna manera el ingrato “préstamo de intimidad” que no repara en la propia entrega, y así insurrecto escribe, tatuando con desobediencia las pieles prohibidas de los baños públicos.  El calor se va pero la letra queda.  

Se emplea como eufemismo la frase: “voy a ir a hacer mis necesidades.” Existe esta urgencia biológica de vaciar lo que ya no es útil para el organismo. Pero existe, en un nivel paralelo al orgánico, otro tipo de necesidad insatisfecha: la necesidad de expresión reprimida por las normas y costumbres sociales que no permiten al ser humano desenvolverse con libertad.  El baño es entonces el espacio de emancipación por excelencia, en donde el anonimato permite al sujeto subalterno rebelarse y hablar por sí mismo, sin tener que someterse a la re-presentación de otro académico encerrado en su ciudad letrada. Paradójicamente, se le pide que se comporte una vez más como un cuerpo docilitado, demostrando su cultura en el único lugar posible donde puede actuar instintivamente.  En la realidad todos sabemos que tal respeto no se da.  El baño de hombres de la Facultad de Letras en San Joaquín reluce inmaculado, sin embargo al final de sí, existe un cubículo que las auxiliares se rindieron a limpiar y concedieron a merced del desahogo.  En la muralla izquierda se desencadena un diálogo rizomático formado por  multitud de caligrafías, colores, símbolos, ideas e intenciones. Respondiendo a la importancia que da Said al lugar de enunciación, la estrechez del cubículo, la posición de los escritos y su altura, denuncian que fueron escritos por sujetos sentados en la taza del baño, es decir, “a calzón(cillo) quitado.” Así indefensos ante el mundo, escriben sobre fortalezas, y responden con convicciones.   

Todos los escritos se refieren a este célebre manifiesto: “Somos pobres y hemos labrado toda la puta vida para poder sobrevivir, tonto culiao nunca te has roto las manos, ni  siquiera sabes lo que es el trabajar. Es fácil hablar de todo cuando tu papi te paga todo y te mantiene, perro culiao. En este país de mierda los que provienen de senos acaudalados tiene el derecho a la educación de calidad, y a derecha quiere mantener este régimen para que el destino de esta tierra lo  sigan manejando adinerado y asegurando los recursos para sí mismos. Y mantener el 100% de pobreza y mala educación, para así seguir realizando prácticas de fascismo y explotación y paradójicamente los hijos de puta se llenan el hocico hablando de los pobres.” Los demás son comentarios a favor o en contra a éste, generando un debate: 1) “parece más hijito de papá el que echa la culpa a otro de lo que le pasa.” 2) “Ser hombre es ser responsable y primero de uno mismo, o no?”, 3)“cuicos culpados de la UC, hijos de papá: continúen con el régimen de abuso, clasicismo, discriminación y explotación laboral!”,4) “no faltan los marginados con resentimiento social, ándate flaite culiao”, 5) “puente alto mismo represento”, 6)“y vos que hacer aquí estudiando?? Ándate a cuba, allá son todos igual de pobres!” y 7)“déjense de weviar por favor que estoy cagando.” Está configurado aparentemente como una conversación, pero es realmente un pastiche de monólogos que intentan lidiar forzadamente con su imposible réplica. El “o no?” en el segundo comentario se esfuerza inútilmente en ser interrogativa, cuando realmente no existe receptor inmediato capaz de responder. La esquizofrenia de este esfuerzo llega a tal límite que en el último escrito citado, se intenta ser lo que no se es, un soliloquio que intenta inútilmente devenir diálogo, dado que objetivamente nadie lo “wevea”. La cita sobre Puente Alto, a diferencia de las anteriores, no es un punto de vista, sino una firma genérica que asume la voz del manifiesto inicial para darle mayor potencia al argumento. Actúa como una bandera que revindica el territorio abandonado por el primer autor, quien no ha vuelto a manifestarse caligráficamente.  En este cubículo el diálogo no se desarrolla como un desahogo oportunista de la privacidad, es decir no aprovecha, como podríamos creer, la libertad del anonimato para expresarse. No es así en otros casos de baños de la Universidad, en donde es difícil certificar los escritos como reales doctrinas, y se ven como “aventuras” morales; escribiendo lo que quizás no se piensa ni se hace.

 Sorprendentemente los escritos en los baños femeninos son de mayor contenido sexual que el de los hombres. Estas “damas” que no hablan de sexualidad según la imagen que ha forjado la sociedad de ellas, escriben en los baños lo silenciado en el discurso cotidiano, con escritos como:   1)“¿Y dónde están las lesbianas de la UC?”, 2)“reprimidas y con pololo, como yo”,3) “estoy caliente, quiero tener sexo contigo, llámame: 6864683”, 4)“rebélate”, 5)“lubríquenme por favor”, 6)“nos tienen engrupidas con que no importa. Prueben uno grande primero y después hablamos.”   Si no hay testigos vigentes que patenten tus pensamientos es una gran oportunidad para exhibir lo prohibido. Más que una “revelación” feminista, actúa como el “vértigo” de aprovechar ser quien no se es. Quizás estas especulaciones yerran en sus conclusiones y efectivamente son mujeres consecuentes a sus disciplinas, pero cabe dudar sobre su real efecto cotidiano y considerarlo más como un recreo de personalidad y un juego de devenir que una ideología decidida.

 La escritura en los baños públicos creo que cuestiona a los que creen que el sujeto subalterno no puede hablar. Yo diría que sí puede hablar, quizás en un espacio que implica un punto de fuga y una desterritorialización a la norma…no en papel, pero si en una pared. La urgencia de apropiarse de un lugar ajeno que se presta para una intimidad fugaz, entre ideologías y sexualidad, diálogo entre sordos, el goce en lo prohibido, espacio de liberación, instante para devenir lo otro…. Como dice una de sus murallas: “el recinto donde se medita el día. Anónimo recuerdo del quejido.”

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Alessandra

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Publicidad Kitsch

junio 25, 2007

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Susan Sontag no ahonda en su artículo sobre la diferenciación entre lo camp y lo kitsch, simplemente dice que no son lo mismo. Pero hay diferencias radicales entre ambos conceptos. A lo puramente estilístico, artificioso y no – comprometido de lo camp, se le opone el complejo (al menos originalmente) concepto de lo kitsch.

Según el clasiquísimo autor de la clasiquísima novela “La insoportable levedad del ser”, lo kitsch es negar u ocultar algo que existe pero que no queremos reconocer (en ese sentido es también artificio y teatralización de la experiencia): “el kitsch es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la esencia humana es esencialmente inaceptable”. Que nos enseñen de chicos que fuimos creados a imagen y semejanza de dios, pero que en todas las representaciones que vemos o leemos de él coma y tome pero no cague es kitsch. Un político que abraza a la señora pobre justo cuando lo enfoca la cámara, películas inocentonas y amorosas en tiempos de guerra, lo que muestran los medios de comunicación y las manifestaciones artísticas (obvio las permitidas) en un país en dictadura, todos esos son ejemplos que da Kundera sobre manifestaciones kitsch.           

Si pienso en las calles de Santiago hay mil ejemplos kitsch, y uno de los más evidentes e invasivos es la publicidad. Los ejemplos son obvios: la dueña de casa mina y sonriente abrazada al detergente, el auto reluciente con minas ricas adentro, Sergio Lagos feliz y seductor con la tarjeta falabella en la mano, el confort suavecito pero no la caca, las toallitas femeninas para “““esos días”””, hasta don miguel es kitsch.                              (etc etc etc)           

Qué más kitsch que eso, negaciones de lo real para hacerlo más atractivo al consumo, imágenes en que no se muestra “eso”, que omiten lo feo, ocultan lo que nos da vergüenza pero que es ultra cotidiano y compartido.

R.

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Ra (i) yue (zo) (m) lA

junio 9, 2007

Cuando leí «Rizoma» se me ocurrió un ejemplo quizá no muy original pero sí interesante: pensé en Rayuela. Interesante porque no está tan claro si esta novela posee o no una estructura rizomática.

En la primera hoja Cortázar nos propone tres órdenes para leer la novela: decorrida pero dejando fuera los capítulos de «Morelli» (parte final), según un orden de capítulos saltados que él propone y por último, leerla en cualquier orden, simplemente abriendo al azar el libro y leyendo lo que se nos aparezca…Si optamos por cualquiera de las dos últimas propocisiones, nos encontramos con que igual hay un sentido, una historia más o menos lineal pero que está repartida y confundida en un orden raro, media oculta, cambiante según qué capítulos combinemos…Al final uno no sabe si es más importante entender la historia como un todo, como algo lineal, o intentar comprender y disfrutar cada capítulo como algo autónomo, que forma parte y no forma parte de la historia al mismo tiempo.

No sé si puede afirmarse que cualquier capítulo o punto dentro de la novela puede relacionarse con cualquier otro, o que no hay principio ni final, eso quizá depende más de quién y cómo la lea, pero si bien hay capítulos numerados y divisón en partes, éstos son susceptibles de ser re-ordenados o des-ordenados por el lector, y no simplemente por un capricho sino a partir de una invitación explícita del autor, fue pensada así.

Al final no sé si es que no hay centro o si éste está tan bien disectado y diseminado en una «novedosa» forma que aparece disfrazado, o por lo menos ambiguo.

(…ahora me acordé que Deleuze decía que habían rizomas con partes arborescentes y árboles que hacían rizoma en algunas partes, puede ser eso, una mezcla…)

R.

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Lugares que forman un libro.

junio 5, 2007

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Al Al transitar por Santiago desfilan infinitas imágenes ante mi, pasan silenciosas, lejanas. Me cuestiono el espacio público, en mi cotidianidad son pocos y están casi siempre vacíos, es lejana la idea del espacio público como lugar para expresarse, lugar de libertad. La calle es para transitar más que para relacionarse. Santiago es una ciudad fragmentada. Mientras muchos debaten el futuro de nuestra ciudad, nosotros dialogamos con ella. Santiago se va armando cada día y nos va dando forma en cada momento. Cuando decido dejar el desfile de imágenes y entrar a dialogar con ellas, me doy cuenta que los espacios se dejan leer, que se narran a si mismos, cada “rostro anónimo” en el metro lleva su mundo. Los avisos publicitarios, las murallas, los ruidos, las texturas y los olores guardan su historia y están ahí para que los leamos, nos divirtamos y actuemos con ellos. Es en este momento cuando la frase «Tira los libros, sal a la calle” del cineasta Shuji Terayama se apodera de mi y provoca la creación de “un libro” a medida que transito por Santiago, un libro a partir de un pequeño viaje lleno de líneas de fuga que reflejan la riqueza de nuestra ciudad.

Aparte:

Encontre una poesía de Octavio Paz que describe la sensación que tengo en los espacios de nadie, donde se escriben relatos de nadie formando cuentos de ninguna parte.

HERMANDAD

Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.

Octavio Paz.